martes, 1 de enero de 2008

Olimpiadas

Sólo en la historia reciente la Argentina comenzó a encontrar un correlato incipiente entre su tradición competitiva en deportes profesionales y sus participaciones olímpicas.

En las últimas décadas, si nuestro país se sintió alguien en el campo de las disciplinas populares, pasó una y otra vez a la sensación de aislamiento del primer mundo deportivo cada vez que llegaron los Juegos Olímpicos. Esta tendencia, que tuvo su época más deprimida en el prolongado lapso de 16 años sin medallas entre Munich 72 y Seúl 88, comenzó a torcerse en las dos últimas décadas, en las que se registra un crecimiento milimétrico, pero sostenido.

De la solitaria medalla de bronce en Barcelona 92 (el dobles masculino de tenis conformado por Javier Frana y Christian Miniussi) se pasó a las dos plateadas y una de bronce en Atlanta 96, las dos plateadas y dos de bronce en Sydney 2000 y el quiebre de Atenas 2004, que canceló la sequía de medallas doradas con las conquistas del fútbol y el básquetbol, más las cuatro preseas de bronce. Desde esa mirada positiva puede enfocarse, entonces, la participación argentina en Pekín 2008.

No está mal apuntar que hay varios candidatos al podio. La fecha elegida por los organizadores fue 08-08-08 . Como para que nadie en el mundo se olvide el día del comienzo de éstos Juegos. Ese 8 de agosto, cuando en la fiesta inaugural de los Juegos de Pekín desfile la delegación argentina, los representantes con posibilidades más destacados serán... los mismos que hace cuatro años. Esa es la otra manera de observar nuestra realidad.

Sin llegar al pesimismo, se advierte que no hay una gran renovación de figuras, que los candidatos son los de siempre; no aparecieron en estos cuatro años deportistas de elite con una proyección esperanzadora. Especialmente en los deportes como el atletismo o la natación, que son la piedra basal de los Juegos. Pero es mejor ir por parte.

Entre los que lucharan por una medalla está la fecunda cantera del fútbol nacional, la que quebró la sequía de títulos en Atenas, y que tendrá otra vez una formación con apellidos ilustres. En 2004 fueron Mascherano, Lucho González y Tevez; ahora son Gago, Kun Agüero y Messi. Casi no hace falta explicar las garantías del básquetbol. Veremos a una generación que entregó avales una y otra vez en cada certamen ecuménico. Ginóbili, Pepe Sánchez, Nocioni, Oberto, Delfino y Scola ya están acostumbrados a los éxitos. Pueden perder, claro.

Pero su jerarquía no estará en duda jamás.

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